Suelo pensar en el fin de semana cuando comenzó mi viaje hacia Williams, mi nuevo hogar para los próximos cuatro años. Mi papá, mi mamá, mi hermano mayor y yo madrugamos de buena mañana para hacer el viaje largo. Me recuerdo estar emocionado; estaba emocionado de enseñarle a mi familia la gran escuela que tuve la oportunidad de conocer el verano pasado durante el programa de SHSS (Summer Humanities and Social Science). En realidad, no me sentía inseguro hasta que vino la hora de despedirse. La tristeza de quedarme tan lejos de mi familia se me salió cuando comenzó mi mamá a llorar cuando la abracé. Cuando le pregunté por qué lloraba, me respondió que no lloraba porque estaba triste, sino porque estaba orgullosa de mí, aunque yo sé que le dolió que ya no iba estar yo. Llegó la hora en que le tocaba al pajarito abrir sus alas y volar por sí mismo. El momento que había trabajado por todos estos años llegó, pero jamás esperaba el dolor que vendría.
Llegué aquí ya sabiendo que iba a ser una transición difícil. Además de no tener a mi familia cerca por cualquier duda, las clases y los deberes iban a ser más difíciles a lo que estaba acostumbrado. Mi expectación en ese respecto se realizó; en verdad ha sido difícil acostumbrarme a vivir con más independencia y responsabilidades. Sin embargo, lo que no esperaba eran las dificultades al respeto de ser estudiante universitario de primera generación y ser latino en esta institución.
Hay días en que me siento como pescadito en un mar lleno de tiburones aquí en Williams. Todo el mundo aquí posee una gran inteligencia y muchos talentos, talentos que muchas veces han sido cultivados desde nacimiento. Muchos han tenido las oportunidades de estudiar al extranjero, de asistir bachilleratos privadas y costosas, de experimentar cosas más allá de mi imaginación. Vienen bien preparados para sus vidas en el futuro y yo aún ni siquiera sé lo que quiero hacer con la mía. Pienso, ¿cómo lograré hacer grandes cosas así como mis compañeros de clases? Ni siquiera puedo levantar la mano y hablar sin miedo de ser visto como tonto. ¿Cómo pretendo entender los temas de plática aquí? Mi entendimiento no consiste ni de la polémica de imponer impuestos en Wall Street ni del análisis de la dicotomía entre el realismo y el surrealismo.
Williams puede ser el lugar donde vivo, pero no puedo decir que me siento en casa todo el tiempo. Jamás pensé que me iban hacer falta los frijoles con arroz que comíamos a menudo en casa. Jamás pensé que me iba hacer falta el ruido de unas cumbias despertándome los sábados para comenzar el día de la limpieza. Las cosas sencillas que formaban parte de mi vida cotidiana son las cosas que más me faltan aquí. Esto en combinación con el estrés de mis clases han hecho que mi primer semestre aquí en Williams sea bien difícil (y aún no ha terminado).
Creo que el estado de mi dormitorio representa bien como me va. Cuando mi cuarto está limpio y ordenado, me está yendo bien. A lo contrario, cuando hay un desmadre y mi cuarto se parece a una “porquería,” es decir que las cosas no me van muy bien. Actualmente, mi cuarto ha estado más desordenado que limpio y no he tenido la oportunidad de limpiarlo.
Gracias a Di-s, no estoy sin ningún alivio. Pertenecer a grupos como Vista y Vive me ha dado espacios seguros donde puedo convivir con otras personas de experiencias semejantes. Hasta he encontrado alivio en una comunidad con cual nunca había tenido una conexión anteriormente hasta que llegue aquí: la comunidad Judía. Aunque no fui criado como Judío, ir a los servicios de Sabbat y las cenas que acompañan se han hecho partes de mi rutina semanal. Además me he involucrado en un proyecto en donde hacemos Pan Jalá para recaudar donaciones.
Además de estas comunidades que me han bienvenido con manos abiertas, estoy agradecido de las nuevas amistades que tengo aquí. Ser sincero, se han convertido en partes de mi familia extendida. Son aquellos que comparten risas, lágrimas, desvelo y más conmigo. Son los que hacen este lugar sentirse como un hogar seguro para mí.
Si me preguntara cómo me ha ido el primer semestre de la universidad, sería una mentira decir que me ha ido super. Ha sido sinceramente difícil acostumbrarme a esta nueva época de mi vida. A pesar de las dificultades que enfrentó todos los días en aprender a navegar este lugar, siento que he madurado como persona. Además de la multitud de cosas que aprendo en las clases, he aprendido muchos hechos de la vida, como nunca dejar un lapicero en el bolsillo de tu pantalón en la lavadora. Pero el hecho más importante que he aprendido aquí es de no sentir vergüenza en pedir ayuda. Aunque todo mundo puede pretender estar bien, la verdad es que todo mundo pasa por circunstancias difíciles en capacidades diferentes. Así que no hay que tenerle miedo a pedir ayuda a los profesores u otros compañeros por que la mayor parte de la gente aquí quiere ayudarnos.
Tengo la esperanza de que podrá usar las experiencias que he experimentado este semestre, ambas las buenas y las malas, como ejemplos para seguir adelante. En tiempos difíciles, recordaré lo que siempre me dicen, “¡Ponte las pilas!”
Alejandro José Fuentes ’23 is from Greensboro, N.C.
Editor’s note: Below is the English version of this op-ed.
I often think about the weekend when my journey to Williams, my new home for the next four years, began. My father, mother, older brother and I woke up very early in the day to make the long trip. I remember being excited; I was excited to show my family the grand school that I had the opportunity to see last summer during the SHSS (Summer Humanities and Social Science) program. In reality, I did not feel insecure until it was time for goodbyes. The sadness of having to stay so far away from my family came out from me when my mother began to cry as I hugged her. When I asked her why she was crying, she responded that she was not crying because she was upset, but rather because she was proud of me; however, I knew that it hurt her that I was no longer going to be there. The time for the little bird to spread its wings and fly on its own came. The moment that I had worked towards for all of these years arrived, but I never anticipated the pain that would come with.
I came here already knowing that it was going to be a difficult transition. In addition to not having my family around for any issues that could have arisen, classes and homework were going to be a lot more difficult than what I was used to. My expectations in that sense were true. It has truly been difficult to adjust to living with more independence and responsibilities. However, I did not expect the hardships with regards to being a first-generation college student and being latino in this institution.
There are days here at Williams where I feel like a
small fish in a sea full of sharks. Everyone here possess lots of intelligence
and many talents, talents that have often been cultivated since birth. Many
people have had the opportunities to study abroad, to go to private and
expensive schools, and experience things beyond my
imagination. They come very prepared for their future lives, and I still do not
even know what I want to do with my life. I think to myself, “how can I, too,
manage to accomplish big things like my peers?” I cannot even raise my hand and
speak without the fear of being seen as dumb. “How can I claim to understand
the topics of conversation here?” My understanding does not consist of neither
understanding controversial topic of taxing Wall Street nor of the analysis of
the dichotomy between realism and surrealism.
Williams may be the place where I live, but I cannot say that I always feel at home. I never thought that I would miss the rice and beans we would often eat at home. I never thought I would miss the noise of Cumbia songs playing on Saturdays to start the day of cleaning. The simple things that shaped my daily life are the things I most miss here. This in combination with the stress of my classes have made my first semester at Williams rather difficult (and it has not yet ended).
I think the condition of my dorm represents well how it is going for me. When my room is clean and orderly, it is going well for me. On the contrary, when my room is messy and looks like a “pigsty,” that is to say that things are not going too well. Currently, my room has been more messy than clean, and I have not had the opportunity to clean it.
Thanks to G-d, I do not lack remedies. Belonging to groups such as Vista and Vive have given me safe spaces where I can share community with others of similar experiences. I have even found healing in a community that I had not had a connection to prior to coming here: the Jewish community. Although I was not raised Jewish, going to Shabbat services and the dinners that follow have become part of my weekly routine. I have also been involved with a project where we make Challah bread to raise donations.
In addition to these communities that have welcomed
me with open arms, I am grateful for the new friendships I have made here. To
be honest, they have become part of my extended family. They are those with
whom I laugh, cry, and stay up late. They are those who
make this place feel like a safe home for me.
If you were to ask me how my first semester of college has been, it would be a lie to say that it has been super. It has sincerely been difficult to adjust to this new chapter of my life. Despite all the difficulties that I experience everyday here as I learn to navigate this place, I feel as though I have matured as a person. In addition to the multitude of things I learn in class, I have learned a lot of life lessons, like never leaving a pen in the pocket of your pants when you wash it. But the most important lesson I have learned is to never be ashamed of asking for help. While everyone can claim to be fine, the truth is that everyone is going through different hardships in varying capacities. For that reason, one cannot be afraid of asking for help from professors or other classmates because the majority of people here want to help us.
I am hopeful that I will be able to use the experiences I have made this semester, both the good and bad ones, as examples to continue forward. In difficult times, I will remember what they always tell me, “¡Ponte las pilas!”